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¿Qué necesitan las personas autistas?

Por Anabel Cornago

La chaqueta preferida de Erik da vueltas en la lavadora. Erik la mira inmovilizado con expresión de terror. Es su chaqueta, la roja, no está colgada en el perchero de la entrada de casa, tampoco la lleva puesta...¿qué ha pasado?¿quién ha cogido la chaqueta y la ha metido ahí? Erik empieza a temblar, grita, se golpea... No habla aún, no llama a su mamá, no pide ayuda, le resulta imposible comprender esa situación cotidiana. Es autista. Para Erik, el mundo tiene otras reglas y su cerebro interpreta de forma diferente la información que le llega a través de los sentidos. Mamá acude de inmediato, lo coge, lo abraza, intenta calmarlo. Él dobla el cuerpo, mientras patalea y sigue gritando. Hay que abrir la lavadora de inmediato, sacar la chaqueta roja y colgarla de nuevo, mojada, en el perchero de la entrada de casa. Todo vuelve a estar en orden –menos el charco alrededor de la lavadora, claro-. Y hemos aprendido. La próxima vez, es Erik quien agarra la chaqueta (“esta sucia”, le aclara mamá) para meterla él mismo. Conecta el aparato y sonríe mientras la chaqueta da vueltas y más vueltas dentro. Ha entendido que lo objetos pueden cambiar de sitio.

Un logro, un pasomás .Para la población en general, el autismo sigue siendo un misterio. Hay muchos prejuicios del tipo “no tienen sentimientos”, “no les interesa comunicarse”, “no tienen identidad”, “no hablan porque no quieren”... ¡Qué lejos de la realidad están esos comentarios! Falta información. No es una enfermedad, pero sí un trastorno profundo del desarrollo que se muestra en:

Alteraciones de la comunicación y del lenguaje. Tan sólo el 50% de los autistas hablan. Los que lo hacen muestras siempre peculiaridades lingüísticas, con deficiencias notables en la comunicación.- Incapacidad para relacionarse normalmente con las personas y situaciones. Por eso se habla con frecuencia de la “soledad autista”. Es una especie de repliegue defensivo ante la incomprensión.- Falta de flexibilidad mental y de comportamiento, es decir, una insistencia en la invariabilidad del entorno. Con una intervención adecuada temprana, los niños autistas pueden progresar enormemente y alcanzar niveles de funcionamiento impensados. Quizás no sea fácil acercarse al universo autista en un principio, pero se puede llegar a él. Hay que entrar, comprenderlo, bucear en esa otra interiorización de los sentidos para orientar al autista a conducirse, de forma cada vez más independiente, en lo que denominamos nuestro mundo real.

¿Qué necesitan las personas autistas?

1. Un mundo estructurado y predecible, donde sea posible anticipar lo que sucederá.

2. Señales claras, poco lenguaje y gestos evidentes.

3. Evita, sobre todo al principio, ambientes bulliciosos, complejos e hiperestimulantes.

4. No esperes sus iniciativas, dirígelos tú.

5. Evalúa sus capacidades verdaderas de manera objetiva y sin guiarte por su aspecto.

6. Proporciónales medios para comunicarse, como movimientos, gestos, signos…

7. Muéstrales, tanto como sea posible, el sentido de lo que le pides que haga.

8. Procura atraerlos con suavidad a las interacciones con las personas y ayúdales a participar.

9. No interpretes su actitud como si tuviera malas intenciones.

10. Intenta comprender la lógica de sus acciones, incluso de las más extrañas.

11. Enfoca la educación y el tratamiento de manera positiva.

12. Ponles límites, estos les ayudan a saber que existimos, tanto ellos como nosotros.

13. Proporciónales experiencias de aprendizaje sin errores, no de ensayo y error.

14. Evita las ayudas excesivas.

15. No los compares constantemente con los niños normales. Su desarrollo sigue caminos distintos y puede que más lentos, pero eso no significa que no los haya.

17. Utiliza con frecuencia códigos viso-espaciales.

18. Plantea actividades funcionales y que puedan tener sentido para su trayectoria personal.

19. Pero sobre todo “NO olvides que antes que autistas son niños, adolescentes o adultos”.

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