LOS TRES DIFERENTES LENGUAJES

La Comunicación verbal, corporal y gestual.

( Por Guitele Chernitzky, revista BB mundo)

 

 

¿Te imaginas caminando con los pies hacia delante y la cabeza hacia atrás?

Pues algo así ocurre cuando lo que decimos con la voz no tiene relación con los que expresamos con nuestro cuerpo y aunque de adultos hemos aprendido a decodificar y entender, esta falta de congruencia cuando nos hablan o cuando hablamos, ocasiona un efecto en los niños que puede ir desde un ligero desconcierto hasta una situación emocional.

Analicemos esta situación con los semáforos, estos tienen tres colores que nos indican cuando frenar, cuando avanzar y cuando estar prevenidos. Si no les diéramos atención, estaríamos frenando tanto que nos lastimaríamos el cuello, o tendríamos accidentes constantemente (además de provocarlos en los otros), nos retirarían la licencia y nos multarían.

Pues en un concepto así los niños ven a los adultos como un semáforo por el que se guían para saber si se detienen, si continúan o se previenen. La luz roja, la luz amarilla y la luz verde corresponden, en este paralelismo, a los tres lenguajes que utilizamos los seres humanos para comunicarnos.

En los niños, la forma en que nos comunicamos con ellos desde que son pequeños tiene que ser impecable, por lo que, esto se aprende. Entre más rápido se establezca un vinculo de desconfianza con ellos, mas oportunidad hay de que ellos tengan una base firme de donde partir para tener confianza en sí mismos y una seguridad a prueba de todo.

Los tres lenguajes que el niño usa como semáforos son el verbal, el corporal y el gestual. El lenguaje verbal corresponde a la luz verde. Aquí las palabras son el código que existe entre el mundo de los adultos y el del niño. Ya que para el niño, los padres son espejos infalibles, por lo tanto lo que dice su mama se convierte en un mandato parental. En otras palabras, lo que dicen los padres es la ley.

El lenguaje corporal es la luz roja. Cualquier palabra acompañada de movimientos cobra mayor fuerza. Un niño expresivo que recibe un mensaje corporal desaprobatorio tiende a reprimirse, y por lo contrario, refuerza su seguridad y confianza. De esta manera, cada niño se valora conforme a los espejos en los que se ve reflejado. Y el lenguaje corporal es un espejo muy poderoso.

El lenguaje gestual es la luz amarilla (la preventiva). Los movimientos que realizamos con los ojos, la boca y el ceño corresponden a esta categoría.

Basta con recordar los ojos saltones y desorbitados de nuestros padres cuando nos querían dar una orden, o la boca mostrando una fila de dientes interminables para inducirnos temor ante lo que estábamos haciendo. Ante esta actitud nos quedábamos casi paralizados, aunque ellos no emitieran palabra alguna, de ahí el dicho, “una mirada dice más que mil palabras”

Ahora si podemos explicar porque cuando los hijos van creciendo y encontramos en ellos actitudes diferentes a las que creíamos inculcarles, caemos en ocasiones en los famosos cuestionamientos de: “Pero si yo les he dado puro amor” ¿Por qué será que me tiene tanto miedo si nunca grito…?, o ¿De dónde habrá copiado mi hijo esos manoteos…?. La respuesta está en no haber cuidado la forma en la que les hablamos, además de nuestro lenguaje corporal y gestual.

Cuanta más conciencia tengamos de los mensajes que queremos evitar transmitirles a los niños, las respuestas positivas nos saldrán con más naturalidad. Desde detalles simples como ponernos a la altura del niño (físicamente) cuando hablamos con él, hacerle ver que no amenazamos con el tamaño, no hablar mientras el niño llora, primero calmarlo con afecto y paciencia, dejándoles ver que merecen nuestro tiempo, hasta explicarles que estamos regañando y castigando el hecho, y no lo estamos juzgando a ellos, para hacerles entender la diferencia entre critica y juicio: la crítica es hacia el hecho, la acción no apropiada, mientras que el juicio va dirigido hacia la persona, lo que puede dañar su auto concepto.

Por ello hay que regalarles a nuestros hijos una caja de herramientas irrompibles para que la usen toda su vida. Una de las más poderosas es la comunicación, de nosotros depende la claridad con que reflejemos lo que ellos realmente son.

 

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